Furore. El pueblo pintado

A panoramic shot of the bridge in Furore
A panoramic shot of the bridge in Furore
El pueblo de Furore, encaramado en la roca, es una galería de arte en plein, formada por un centenar de murales y esculturas. Sin embargo, su naturaleza salvaje y agreste se expresa plenamente en el famoso fiordo, un lugar de belleza intacta, esculpido a lo largo de milenios por la fuerza del agua.

Furore, otra perla de la Costa Amalfitana, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO como toda la costa, es uno de los pueblos más bellos de Italia. Es famosa sobre todo por su pintoresco fiordo, una profunda ensenada en la boca de un valle sobresaliente, esculpida a lo largo de milenios por el arroyo Schiato, que recorre la montaña hasta precipitarse al mar. El fiordo está atravesado por un puente colgante de unos 30 metros de altura, desde el que, cada verano, se celebra una etapa del Campeonato Mundial de Buceo desde Gran Altura. Es un lugar de belleza salvaje e incontaminada, que transmite una sensación de paz y al mismo tiempo casi de vértigo. Las profundas olas azules que rompen en la costa y la escarpada vegetación que la rodea, enmarcan la pequeña playa en la que se puede parar para un agradable baño o simplemente para un descanso contemplativo.

El fiordo de Furore alberga también un minúsculo pueblo de pescadores que fue habitado, entre otros, por Roberto Rossellini y Anna Magnani en la época de su turbulento amor, a finales de los años 40. En una de las casitas se encuentra ahora un pequeño museo dedicado a ellos. El verdadero centro del pueblo se encuentra unos cientos de escalones más arriba, en una franja de terreno a 300 metros sobre el nivel del mar: es un conjunto de pequeñas casas aferradas tenazmente a la pared de la roca, que se desarrolla en curvas sinuosas, entre olivos, vides y pérgolas de limones. Hoy Furore, gracias a los numerosos grafitis de artistas que jalonan las calles enriqueciendo el casco antiguo y mitigando la dureza del paisaje, es un auténtico museo al aire libre.

La costumbre de pintar en las paredes, sin embargo, en estos lares no es ciertamente algo reciente: en la iglesia de San Giacomo, construida sobre una capilla rupestre que data del siglo XI, se conservan de hecho increíbles frescos bizantinos, que cuentan las historias de Santa Margherita. En la iglesia de Sant’Elia, en cambio, hay un espléndido tríptico de madera del siglo XV que representa a la Virgen entre los santos Elia y Bartolomeo. También merece la pena ver los restos del Eremo di Santa Barbara (Ermita de Santa Bárbara), un conjunto monástico rocoso de la Alta Edad Media, del que hoy sólo quedan algunas ruinas, entre ellas las de la iglesia del mismo nombre, cerca de la cueva de Santa Bárbara.

Entre los productos de excelencia de la tradición gastronómica de Furore, además de los limones y los tomates piennolo, no podemos dejar de mencionar el Fiorduva, un vino blanco, extraído de las vides que crecen en las rocas batidas por el viento, condición climática que le da un sabor único e inconfundible y lo convierte en una de las principales excelencias enológicas de la Costa Amalfitana.